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LA BICICLETA


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A Alcides Saturno le decían Bicicleta porque tenía un tío jugador de fútbol, cuya jugada favorita era la bicicleta. El tío jugó en primera división, en Huracán, en Boca, entre otros equipos. El tío de Alcides siempre le decía que nunca dejara de intentar, que la bicicleta era una gran jugada para eludir rivales.


Alcides intentaba, intentaba, pero la bicicleta no era lo suyo. El tío buscaba convencerlo, le explicaba, que te tenés que frenar, el cuerpo levemente hacia adelante, la pelota entre los pies, y zas... bicicleta. Pero no había caso, a Alcides le costaba.


Un día, el tío ya no sabía cómo convencerlo de la utilidad de la bicicleta en el fútbol moderno, que incluso era de gran ayuda para la vida cotidiana. Le pidió a su amigo el verdulero, si lo ayudaba con el chico, que para él era muy importante que el sobrino fuese bicicletero, que ya no había jugadores de fútbol que bicicleteen, que ahora todos hacen simplemente lo correcto, pero que nadie inventa nada.


—Sergio, el fútbol ya no es lo que era —le dijo el verdulero al tío de Alcides—. Y las bicicletas tampoco son lo que eran. Lo único que se me ocurre es darte un consejo: la próxima vez que lo veas a Alcides, no le hables, escuchalo. Solamente le vas a decir esto que te digo: cuando una rueda de bicicleta gira muy rápido, sus rayos no se ven. Sólo eso, no le digas más nada. En el momento no te va a entender, va a pensar que estás loco, pero con el tiempo te va a querer mucho, y se va a acordar del tío Sergio.


Y así fue, aquel domingo, después de los ravioles de verdura con tuco y pesto, cuando ya estaban comiendo el flan con dulce de leche, Alcides le preguntó al tío:


—Tío, ¿por qué no me hablás?

—Alcides, acordate que cuando una rueda de bicicleta gira muy rápido, sus rayos no se ven.

—¿Eh? ¿De que hablás, tío? ¿Estás loco?

—Vos acordate.


Alcides volvió caminando a la casa, y ya en la pieza, mientras jugaba con los autitos de carrera, se empezó a preguntar... ¿qué le pasa al tío? ¿por qué dice esas cosas?


Sin entender muy bien por qué, cuando jugaba a la pelota, Alcides empezó a correr cada vez más rápido. Corría y corría. Fueron pasando los años, los partidos, y Alcides siguió corriendo y corriendo, cada vez más rápido, hasta que un día se transformó en rayo de bicicleta.


—Ey, Juan, pasame la pelota. Nico, no te la morfes, pasame. Tocala Chino, tocala.


Pero no había caso, nadie lo veía, parecía ser cierto que se había transformado. Alcides, enojado, fue a hablar con el tío.


—Che, tío, ¿sabes que cuando juego al fútbol nadie me pasa la pelota? Te hice caso, empecé a correr cada vez más rápido, me transformé en rayo de bicicleta, y ahora nadie me ve, no me la tocan. Es como si fuera invisible.


Sergio no supo que contestar, él solo quería que Alcides hiciera la jugada de la bicicleta, no que se transforme en un rayo. Fue a hablar con su amigo el verdulero.


—Ey Lechuga, sabés que Alcides dice que se transformó en rayo de bicicleta, que ahora es invisible. ¿En qué lío lo metiste?

—Sergio, quedate tranquilo. Alcides está creciendo. Ahora el chico piensa que es invisible, pero pronto va a entender. Él tiene miedo de ser invisible, que nadie lo vea, pero todavía no se da cuenta que se está transformando en un hombre transparente. Invisible y transparente son dos cosas bien distintas. Creeme que son cosas distintas.


Bien distintas las cosas.




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