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SOBRE LEONES Y RELATOS


1.


Hace un par de meses, Aerolíneas Argentinas, la línea aérea estatal, designó un nuevo “CEO” y se armó un pequeño escandalete al conocerse un video de cuando el hombre fue director en la empresa Telefónica, y al asumir su cargo en Venezuela tomó la decisión de despedir a varios gerentes, justificando su accionar en que “cuando un león joven le gana al león macho, lo primero que hace es matar a toda la cría, y en las empresas eso pasa”.


No deja de llamarme la atención como, las personas, utilizamos las palabras para crear nuestros propios relatos. Escuchamos alguna historia perdida por ahí, la oímos en un documental de trasnoche de Discovery Channel, o vaya uno a saber como, pero esa historia que escuchamos nos espeja, nos la apropiamos para darle un sentido a nuestras vidas.


Ricardo Piglia, escritor argentino, en el ensayo "literatura y psicoanálisis", cuenta sobre la fascinación que despierta el psicoanálisis.


Dice Piglia que "Nabokov y también Manuel Puig, nuestro gran novelista argentino, insistieron en algo que a menudo los psicoanalistas no perciben o no explicitan: el psicoanálisis genera mucha resistencia pero también mucha atracción; el psicoanálisis es uno de los aspectos más atractivos de la cultura contemporánea, y lo es porque todos queremos tener una vida intensa; en nuestras vidas triviales, nos gusta admitir que en algún lugar experimentamos grandes dramas, que hemos querido amar a nuestros padres y que, entonces, vivimos en un universo de gran intensidad, donde hemos logrado superar el tedio, la monotonía en la que habitualmente estamos inmersos. El psicoanálisis nos convoca a todos como sujetos trágicos; nos dice que hay un lugar en el que todos somos sujetos extraordinarios, tenemos deseos extraordinarios, luchamos contra tensiones y dramas profundísimos, y esto es muy atractivo".


Literatura y psicoanálisis y a mí, Andresito, que por sobre todo me fascina la literatura.


Va entonces una pequeña fábula que circula por las redes...


"Después de un largo día de caza, un león se echó a descansar debajo de un árbol. Cuando se estaba quedando dormido, unos ratones se atrevieron a salir de su madriguera y se pusieron a jugar a su alrededor. De pronto, el más travieso tuvo la ocurrencia de esconderse entre la melena del león, con tan mala suerte que lo despertó. Muy malhumorado por ver su siesta interrumpida, el león atrapó al ratón entre sus garras y dijo dando un rugido:

—¿Cómo te atreves a perturbar mi sueño, insignificante ratón? ¡Voy a comerte para que aprendáis la lección!— El ratón, que estaba tan asustado que no podía moverse, le dijo temblando:


— Por favor no me mates, león. Yo no quería molestarte. Si me dejas te estaré eternamente agradecido. Déjame marchar, porque puede que algún día me necesites.

— ¡Ja, ja, ja! —se rió el león mirándole — Un ser tan diminuto como tú, ¿de qué forma vas a ayudarme? ¡No me hagas reír!

Pero el ratón insistió una y otra vez, hasta que el león, conmovido por su tamaño y su valentía, le dejó marchar.

Unos días después, mientras el ratón paseaba por el bosque, oyó unos terribles rugidos que hacían temblar las hojas de los árboles.

Rápidamente corrió hacia el lugar de donde provenía el sonido, y se encontró allí al león, que había quedado atrapado en una robusta red. El ratón, decidido a pagar su deuda, le dijo:

— No te preocupes, yo te salvaré.

Y el león, sin pensarlo le contestó:

— Pero cómo, si eres tan pequeño para tanto esfuerzo.

El ratón empezó entonces a roer la cuerda de la red donde estaba atrapado el león, y el león pudo salvarse. El ratón le dijo:

— Días atrás, te burlaste de mí pensando que nada podría hacer por ti en agradecimiento. Ahora es bueno que sepas que los pequeños ratones somos agradecidos y cumplidos.

El león no tuvo palabras para agradecer al pequeño ratón. Desde este día, los dos fueron amigos para siempre."


Pero entonces, ¿Qué somos los humanos? ¿Quiénes son los leones? ¿En que nos parecemos?





2.


Eugenio Carutti, humano, hace tiempo viene investigando sobre la “inteligencia vincular”, distinta a la “inteligencia tecnológica”. Según Carutti, los humanos, para sobrevivir en el planeta, tuvimos que desarrollar nuestra “inteligencia tecnológica”, desde los tiempos del hombre de las cavernas que empezó con la boleadora, los cuchillos, hasta hoy que tenemos Whatsapp, aviones “low cost” y tantas de estas cosas que nos acompañan en los días.


Según Carutti, como especie hemos progresado mucho en nuestra “inteligencia tecnológica”, pero en la “inteligencia vincular”, el modo en que nos relacionamos entre las personas, el resto de los seres y la tierrita esta que pisamos, en “lo vincular” no aprendimos nada, somos igual de ignorantes que hace millones de años.


Para Carutti, la misma “inteligencia tecnológica” que nos ha permitido sobrevivir como especie, hoy nos plantea un enorme desafío a los humanos. Ya no son otras especies las que ponen en juego nuestra supervivencia, sino que es el mismo cerebro humano el que está generando el problema. Ya no sobreviviremos como especie sino cambiamos, sino empezamos a revisar nuestras creencias, a incorporar nuevos relatos, a aceptar que eso que creemos “lo real”, es sólo una pequeña parte del asunto.


Nuestra “inteligencia tecnológica”, como dice Carutti, implica una alta capacidad para recortar y combinar elementos para construir lo que después nombramos como “realidad”. Hemos necesitado actuar de ese modo, porque si no, no hubiésemos logrado sobrevivir. Es decir, si no hubiésemos hecho un recorte y comprendido que necesitábamos del cuchillo para defendernos y procurar el alimento, no existiríamos como especie.


Pero ese mismo modo de pensar, esa mente “predadora” que responde a los estímulos externos, es la misma que nos ha dejado con pocas energías para investigar los otros grados de la realidad, los que no podemos controlar, los que escapan a nuestro recorte.


Porque en el recorte, en el relato que todos nos vamos haciendo para sobrevivir, dejamos de lado “el sentir”, la experiencia sensorial. Volviendo al ejemplo del león —porque este es un relato sobre leones—, si el león percibiera, sentiría el sufrimiento de la gacela cuando la ataca, y así registraría su crueldad, dejaría de ser león.


Nosotros, los humanos –que no somos leones—, tampoco sentimos lo que provocamos, no estamos entrenados. Recibimos el mandato del amor —ama a tu prójimo como a ti mismo— pero esa misma literatura, esos mandamientos —tan necesarios para nuestra domesticación como predadores—, es insuficiente para transformarnos en seres sensibles —es imposible amar por mandato—.


Es decir, biológicamente —todo según Carutti—, no es que perdimos la compasión extraviada vaya uno a saber dónde, sino que el “predador” no es compasivo, y para ser compasivos, se requiere una transformación profunda de nuestros cuerpos, nuestras mentes.


O sea que, quien esto escribe debería decirles “déjense de joder, larguen la pantallita, basta de relatos y pónganse a laburar con ustedes mismos, con sus cuerpos, con sus mentes”, pero como quien escribe y quien lee somos, humanos en este estado de nuestra evolución, pues seguimos necesitando de los relatos, las palabras, a ver si, mientras tanto, mientras vamos evolucionando, y si es que no podemos escaparle a los recortes, pues que la mirada vaya pa´ un lado y no pa´l otro.


Hay leones y leones y, si por lo pronto no podemos cambiar todo lo que quisiéramos en nuestras mentes límitadas, al menos sí podemos elegir otros relatos, elegir al león amigo del ratón. Y ser ratón, ser león, y todo junto también. Amén —y sin acento también—.

Andrés Lewin

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